Pillada con el delantal
· Esta anécdota de «pillada con el delantal en La Alpujarra» encierra toda una historia típica de nuestro país que te voy a contar en este artículo.
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5/2/2015 ― Esto es lo que se llama un recogido de delantal. Es algo instintivo y desde luego muy de mujer. Entra una cámara de fotos en acción en la cocina o inmediatamente después de poner la mesa, y si hay una mujer con delantal por el medio, la reacción automática; se recoge el delantal como tratándolo de ocultar.
¿Quién lleva el delantal en casa?
De muy distinta forma actúa el hombre, si éste es el que cocina y lleva delantal lo muestra como orgulloso de llevarlo, y si el hombre va sobrado de barriguita, todavía se hincha más para que se vea bien el mandil.
No obstante, y para que no haya malos entendidos, la mesa la puso mi hija y la comida la hice yo a la brasa, mi mujer lleva el delantal para que quede claro quien dirige la orquesta en casa. Por lo menos a la hora de comer.
En definitiva, la estampa anecdótica del delantal de Rosa retrata una feliz comida en la terraza de La Alpujarra con vistas a Sierra Nevada.
Delantal en el entorno doméstico tradicional de La Alpujarra
Durante siglos, en la vida rural y urbana, el delantal fue indispensable en la vida diaria de las mujeres, y también, en casos excepcionales, de los hombres.
El delantal es usado para cocinar, hacer la colada, criar a los hijos o atender en un comercio. La utilización del delantal se asociaba a la laboriosidad, el orden y la dignidad doméstica. De hecho, muchas abuelas españolas todavía lo visten como parte de su atuendo habitual.
Por todo ello, en el lenguaje popular hay una frase que define muy bien el símbolo del delantal: «Quitarse el delantal» es el símbolo de descansar o de que una mujer salía de su rol doméstico.
El gesto de recogerse el delantal: un símbolo discreto pero elocuente
El recogido del delantal es un detalle muy revelador y lleno de significado cultural. No solo es una imagen entrañable y realista del pasado doméstico español, sino que encierra todo un código no verbal que decía mucho sin palabras.
Cuando una mujer estaba enfrascada en las faenas del hogar —cocinando, lavando, limpiando, cuidando niños— y alguien llamaba a la puerta, era muy común que saliera a abrir con el delantal puesto, pero recogiéndoselo con una mano.
Al recogerse el delantal, aunque fuera con un gesto leve, la mujer marcaba una transición: dejaba temporalmente su labor doméstica y pasaba a una situación más social o formal, aunque fuera solo por unos minutos.
Era una forma sutil de «recogerse» físicamente y simbólicamente. Cuidar el aspecto, aunque fuera en plena faena.
El gesto también comunicaba sin necesidad de palabras: «Estaba trabajando». No era una desatención, sino un acto de cortesía acompañada de honestidad. Era como decir «perdone usted si no estoy como para recibir». Mi abuela lo llevaba a raja tabla.
Curiosamente, el uso del delantal no implicaba vergüenza por estar haciendo tareas del hogar, sino reafirmación de su rol y dignidad. No era esconder el delantal por pudor, sino señalar con naturalidad que se estaba en plena labor.
Este detalle y utilización del delantal no es exclusivo de La Alpujarra, aunque se vivía con más fuerza en zonas rurales y en la España más tradicional, desde Andalucía hasta Galicia. Incluso en zonas urbanas en los años 50-70, era habitual ver este gesto en patios, corrales y portales de vecinos.
Me alegro de haber compartido toda esta historia de nuestra comida en esta casa de La Alpujarra con el delantal de Rosa, y además he aprovechado para hablarte del lenguaje no verbal a través del delantal.
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Sin entrar en connotaciones machistas, hoy nos puede parecer casi romántico o teatral el uso del delantal, pero en realidad formaba parte del ritual cotidiano de las mujeres que tenían códigos propios, discretos pero expresivos.
Este gesto del delantal ha sido recogido en novelas, crónicas de costumbres y memorias. Autores como Carmen Martín Gaite, Ana María Matute o Delibes retratan mujeres que, aunque relegadas a las tareas domésticas, mantienen una presencia activa y digna ante el mundo, con pequeños gestos como este.
